Inspirado en tu vuelta de ayer por la librería.
“Hoy es siempre todavía” dijo Machado
La ciudad de mis sueños
Siempre que le
digo a la gente donde trabajo, o bajo qué condiciones lo hago, me cuestionan, y
me cuestionan… Sabes cuantas veces mis amigos me han preguntado que hago
trabajando en una librería? Diría que literalmente cientos, ninguno de ellos,
ha aceptado realmente que vivo de los libros, de lo que ellos me brindan y de lo
que me regalan.
Cada vez se hace
más evidente, el porque nunca he sido muy cercana con la gente que me rodea, y quizás..
o sin el quizás por eso es que me refugio en los libros, y hago por amigos a
sus personajes, me sumerjo en sus historias, y hago de su trama el guion de mis
horas. Por eso acepte dedicar mis horas a la venta de libros en este lugar
olvidado del mundo, en esta pequeña librería, donde tan pocos y tan
particulares clientes llegan.
Mientras hablaba
el otro día con un Profesor que siempre nos visita, le decía animadamente que he
soñado con recorrer la Colombia que me enseño amar Gabriel García Márquez en
sus libros, su Cartagena…su Barranquilla.. y saber si Macondo existe en algún
mapa o no. O porque no la Bogotá que recientemente describía Mario Mendoza,
entre sus umbrales.
Le contaba que
espero recorrer la Barcelona que entre nieblas me presento Ruiz Zafón. Le
contaba cómo me he sumergido en la Florencia de Dan Brown, recorrido museos y
catedrales, anhelado huir por sus calles a toda velocidad o caminar sus
callejuelas de la mano de alguien amado. El se reía, - Tanto
soñar alimenta las fantasías, pero encrudece las realidades, ojo con eso
jovencita soñadora-, agrego mientras se
marchaba. Lo de jovencita, está por
verse, lo de soñadora, hasta los poros.. solo pensé.
Te confieso que
no puedo decidirme sobre el Madrid de Benito Pérez Galdós, la ciudad de la
posguerra de Camilo José Cela cuando escribió La Colmena, o el que viví en el
Tiempo entre Costuras. Tampoco decidí si acepto la invitación de los jóvenes
que me invitan a recorrer Roma en moto, en 3 Metros sobre el Cielo.
Cuando sueño he refrescado
épocas distintas, me he vestido de largos y flamantes vestidos, asistido a
elegantes fiestas, paseando en carruajes y conversando con distinguidos
caballeros. Me he cuestionado si existen otras vidas y he elegido a Jane Austen
para que me lleve a vivir con la familia Bennet en Orgullo y Prejuicio, me he creído
que soy una hermana mas, de las que están en búsqueda del amor, la lucha por el
futuro y de esas que tratan de sacar fuerzas para encarar el destino con
determinación.
En otros sueños
me he ido al Japón de épocas misteriosas y reviviendo las Memorias de Sayuri, me
he convertido en una Geisha perfecta, entrenada en las artes y en el placer, entrenada
para complacer, entrenada para que el hombre que me elija me considere perfecta
dentro de la cama y fuera de ella. Me he maquillado de blanco, me he vestido de
rojo, me he pintado los ojos y los labios¸ he vuelto a ser virgen y a dejarlo
de ser, he amado.
He temblado de
miedo rogando no cruzarme con Grenouille en las callecitas de Paris, tan solo
de pensar que el pueda antojarse de crear un perfume con mi piel, y me deje
blanca la sonrisa y el alma. Y en mis más profundas pesadillas, he corrido huyendo
del asesino de Crimen y Castigo, como si estuviera viviendo con Dostoyevsky en
la Rusia de los 1800s.
Y como soy de
esas personas que para todo tiene una teoría, así nadie lo sepa yo si sé,
porque Doctor Jekyll, favoreció con su fortuna a Mr. Hyde. Y prefiero pensar
que siempre sé quién es el asesino que Agatha escogió, antes de llegar de cada
libro a su final. Y si tuviera en esta vida una pareja con la química y el
ingenio del Doctor Watson, le daría lecciones al mismo Conan Doyle de cómo
puedo ser protagonista de una gran historia de ingenio y aventura. He recorrido
Londres mil veces, y siempre he terminando en 220b Baker Street.
Yo me escondí,
llore y morí junto a Anna, en cada página de su Diario, en una Holanda
invadida. Con ella conocí la historia del holocausto, que tantas veces mas
reviví. Y con certeza confirme que Libros robaría mil y una vez, si en los
zapatos de Liesel me encontrara.
Salí viva de la
prisión de Marsella, donde bordee la locura con Edmundo Dantes, y junto con él realizada
me sentí cuando en el Conde de Montecristo se convirtió, mudé a su celda mi
refugio y fue su libertad mi aliciente.
Me imagine siendo la mujer que entre máscaras descubrió los ojos del hombre que
amo y que nunca olvido.
Viví con Felipe,
y me dedique a organizar y a terminar las memorias del general; y me cuestione
si Aura era humana o no, y aunque dude si Consuelo era un fantasma, nunca supe
si Carlos Fuente esta historia la vivió o tan solo la soñó. He querido aceptar
la invitación que él me ha hecho de conocer México, la ciudad que relata cuando
escribió “La región más transparente”.
Y aun así, la
gente se atreve a preguntarme que porque me he conformado con tan poco, gente
que no sabe que he corrido por las calles del Chile de Isabel Allende, o de la
búsqueda de oro de los inmigrantes chilenos que lucharon en California, tal
como la viví en La Hija de La Fortuna, si no saben cómo llore con esa niña que
viajaba embarazada en la más oscura bodega de ese triste y húmedo barco. Me
juzgan pensando en lo económico, en la posición social, me hablan de
crecimiento profesional, porque no ven el tesoro en el que me zambullo, no ven
que con cada página que leo, yo crezco, crezco en pasiones, crezco en ilusiones.
Como cuando huí con Maya, en el relato que su Cuaderno me mostró. Cuando me fui con ella a aquella pequeña isla, donde el continente pierde el nombre y entre olas el polo
inicia el suyo. Y es que con esta Allende hasta me hice amiga de los Pigmeos
que en su Bosque visite, y los ayude a vencer a Mbembel. O como cuando quise
ser Nadia en la Ciudad y Las Bestias, y sumergirme con Alex y su abuela en los
húmedos y tenebrosos mundos que se
esconden en el Amazona que bizarramente navegaron.
Y me juzga gente
que no sabe del Perú de Vargas Llosa, de su Lima, de la vida en sus jóvenes y
sus colegios, en La Ciudad y Los Perros;
y aun así, cuestionan mi pasión por América.
Me cuestionan
quienes no conocen la insoportable levedad del Ser, ni han vivido la historia
de Praga que Milan Kundera relato, ni han anhelado caminar con Teresa, hasta
Tomas, o hasta alguien más.
Recorrí con
Paulo Coehlo el camino del Peregrino para expiar mis pecados, y atravesé el
desierto para encontrar mi propia estrella. Con él me senté a la orilla del rio
piedra y llore. Y también he querido saber si como María, mi actitud fuese
fuerte y coherente ante las adversidades o tomaría solo Once Minutos
destruirme.
He
llorado y he reído en las mismas líneas al ver la desfachatez con que escribía
Benedetti, que me lleva del amor más sublime, a la lucha de los exiliados
uruguayos el triste regreso del prisionero político a la esposa que des su vida
en su ausencia en la Primavera con una Esquina Rota, a la inconformidad
política o social. Trasladándome del dolor de una decepción, de un amor no
correspondido, a los brazos de la persona amada de un solo plumazo. No, no
pueden entenderlo. Y yo estoy cansada de intentar explicarlo. Porque cuando
Mario, escribió, lo hizo solo para mi, cuando dijo “Me gusta la gente capaz de
entender que el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza
aquello que no sale del corazón.”
No entienden que
en los días de nostalgia vuelva una y otra vez a las Rimas de Bécquer, a esas
oscuras golondrinas que no volverán. O que busque al Borges que parecía que escribía
para mi cuando decía que “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de
biblioteca”, para que me repita que “Estar enamorado es pensar que esa persona
es única”, o el Borges que entre líneas confeso “He cometido el peor pecado que
uno puede cometer. No he sido feliz.”.
No entienden que
me refugie en el Neruda que me corta el aire cuando me pregunte “¿Sufre más
aquel que espera siempre que aquel que nunca espero a nadie?” o cuando me manda
a repetir como un mantra “Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar
por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus
sueños”.. y cuando vestido de marinero dijo, “Para que nadie nos separe, que no
nos ate nada” y he contado con el poema tras poema, al amor y al desamor, que
me diga “Yo la quise, y a veces también ella me quiso”, y aun así saber que “Podrán
cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. El que me
inspiro a una isla de Italia escapar. Aun así cuestionan mi pasión por mi
idioma, mi cultura.
Sin embargo con
frecuencia, me encuentro preguntándome si será que tienen razón, que debo hacer
un pacto con la sociedad, y tomar un trabajo de oficina, e iniciar una carrera
que me asegure un futuro. Pero que es el futuro? Donde esta? Quien me garantiza
que? Y me desarmo a mi misma…
Así es como un
viernes en la tarde, mientras mis amigas pensaban en que ropa se pondrían para
salir esa noche. Yo me encontraba rumiando entre ilusiones y fantasías,
decisiones y frustraciones; cuando alguien me sobresalto, entro un cliente, un joven que distraídamente
buscaba un libro que su jefe le había encargado, en pocos minutos entablamos
conversación, resulto ser hablador y divertido. Así que, por alguna razón que
todavía no logro esclarecer, me encontré preguntándole, si tus vacaciones
fueran un libro, que destino elegirías…?
Mirándome a los
ojos me sonrió, y me hablo del París del amor…del París que le llenaba la cabeza de sueños de pasión. Y quise caminar con el la ciudad que Cortazar en su
Rayuela me obligo a recorrer y seguir el
ruta que Oliveira trazo. O a visitar con el aquel Cinema Paradis en un barrio
de aquella ciudad, y esperar en algún puente un Atardecer en París, tal como a
mis ojos un día le conto Nicolas Baurreau. Le pregunte si había pensado visitar
España, respondió Barcelona, le pregunte Italia, y dijo Florencia.
Mientras lo veía
pagar para marcharse…me anime y le ofrecí un café, y me dijo que no podía, pero
que volvería. Me sorprendía a mi misma mirando la puerta abrirse y cerrarse,
esperando volverme a sorprender con su mirada y su sonrisa. Así pasaron los
días y semanas.
Poco a poco
volví a mi rutina, y quise dejar que Nora Roberts, me hiciera suspirar con ese
amor perfecto que un día toca a tu puerta y no dejas ir. Y me encontré pensando en que tengo la fuerza
de Anna Karenina que Tolstoi me mostro, su ímpetu y su osadía para luchar por
el amor.
He soñado que al
oído me han dicho que estoy como agua para chocolate, de tal forma que hasta
Laura Esquivel se sonrojo. Y ya no sé si me soñé convertida en la Anastacia, de
las cincuenta sombras, o si soñé que él era Christian Grey; lo que si se es que
por alguna razón cada cierto tiempo volvía a pensar en el aquel joven que
soñaba con París.
-Y tú? No has
soñado alguna vez con darle la vuelta al mundo en un globo?... una voz
pregunto, - Solo con Verne y por no más de 80 días, le conteste riendo, a esa
voz que me hablo detrás del mostrador. No tuve que voltearme para saber quién
era.
Traía en las
manos un café. Colombiano, el mejor del mundo, aclaro él.